viernes, 9 de diciembre de 2011

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DANIELPEREZ ACOSTA, ARTISTA PLASTICO

Desde las dos orillas

Uruguayo de origen africano, talentoso, casi autodidacta y un emprendedor que sueña con unir voluntades en torno al arte.

El local es pequeño, pero los sueños son grandes. La foto ampliada de un abuelo caminando por las calles de Montevideo, con esa elegancia flexible que sólo los individuos de raza negra parecen recibir como parte de su herencia genética, acompañando los cuadros del nieto, sabios en el dibujo, plenos de colores cálidos, eclécticos en un estilo que reconoce muchas influencias pero, a su vez, una identidad tan profunda como evidente; el pequeño taller que asoma en la trastienda… Ese es el reino de Daniel Pérez Acosta y su “Palermo Negro”; un uruguayo definitivamente aporteñado que, pese a todo, no renuncia a esa esencia donde se fusionan su pasión temprana por el dibujo y la pintura con la música de Jazz y de Candombe, tal vez el mate que no aparece durante la charla, pero si esa calidez tan especial de los ciudadanos de la otra orilla.

Resulta casi obvio decirlo, pero Daniel es uruguayo de origen africano nacido y criado en San José, ese suburbio montevideano donde comenzó una historia seguramente humilde pero muy rica en matices y en esfuerzos, para que ese talento no se diluyera entre necesidades y urgencias más imperiosas. Si eso no ocurrió es porque Daniel es un artista nato, un bohemio inclaudicable y un dotado absoluto que nunca renunció a su don maravilloso ni a su sensibilidad creadora. Desde muy pequeño se ensimismaba con su dibujo y la pintura autodidacta, acunado por la música de jazz de tíos y parientes.

A los 17 años ya se ganaba la vida como retratista callejero en Punta del Este hasta que, aún adolescente ingresó en una afamada academia museo uruguaya, en San José, para tratar de formalizar sus conocimientos intuitivos y desordenados. Un año después ya era el profesor del taller de pintura para adultos de ese templo del arte donde la influencia vanguardista de Joaquín Torres García había marcado una impronta profunda.. Durante ocho años permaneció allí, viviendo casi clandestinamente en la institución y leyendo todo lo que había de historia del arte en la poblada biblioteca del museo. Así completo una formación que nunca había tenido y se vinculó a artistas, músicos, poetas y artesanos, expuso, ganó premios importantes y organizó un reducto cofradía ( Pasos) desde dónde jóvenes artistas uruguayos intentaron renovar conceptos y tendencias artísticas. Eso es lo que sueña con revivir en un Buenos Aires adonde lo trajo el amor por una mujer y el deseo imperioso de ampliar horizontes. No lo fue fácil en un sociedad mucha más cosmopolita y menos solidaria donde era virtualmente un desconocido. Pero no se desanimó, ni se desanima. Lo intentó primero en Villa Crespo y ahora en Palermo traza planes mientras da clases de pintura y dibujo, mientras dibuja y pinta con la mimo pasión que en su infancia, aunque ahora con más fundamento y una madurez que no excluye el talento.

Publicación de Noviembre de 2009

Revista artesanos